
En un giro inesperado que combina música, inteligencia artificial y manipulación social, un ciudadano canadiense que operaba bajo el seudónimo de Andrew Frelon logró engañar a periodistas y al público con un elaborado montaje: una banda ficticia llamada The Velvet Sundown, supuestamente formada por músicos humanos, pero en realidad impulsada en parte por herramientas de IA. El caso ha capturado la atención de medios internacionales y ha desatado una reflexión urgente sobre los límites de la inteligencia artificial en la música y los medios digitales.
Todo comenzó con la aparición de The Velvet Sundown en plataformas de streaming, como Spotify, donde en pocas semanas la banda acumuló cientos de miles de reproducciones y fue incluida en listas populares, incluso una dedicada a canciones de la Guerra de Vietnam. Con un estilo que combinaba el rock suave de los años 70 con el pop indie moderno, su música parecía auténtica… hasta que surgieron las primeras dudas.
Auditores atentos notaron algo extraño: los miembros del grupo no tenían presencia digital, nunca habían ofrecido un concierto y las imágenes de la banda, con músicos de melena desordenada, mostraban señales claras de haber sido generadas por IA. Las sospechas crecieron cuando una cuenta en X (antes Twitter), supuestamente oficial, negó tajantemente el uso de inteligencia artificial, calificando las acusaciones de “vagas y sin fundamento”.
Sin embargo, el misterio dio un vuelco cuando Rolling Stone publicó una entrevista con un hombre que se hacía llamar Andrew Frelon, quien afirmaba ser el responsable de la banda y revelaba que todo había sido un experimento artístico creado con la plataforma de IA Suno. Frelon confesó haber generado la música, las imágenes y haber usado ChatGPT para comunicarse con periodistas. Definió el proyecto como una especie de “ingeniería social” destinada a explorar la facilidad con la que se puede engañar al público y a los medios con contenido artificial.
Pero la historia no terminó allí. Al día siguiente, otra cuenta vinculada a la página oficial de Spotify de The Velvet Sundown publicó un comunicado negando que Frelon tuviera relación alguna con el grupo y acusándolo de intentar secuestrar su identidad digital. En respuesta, el propio Frelon admitió en un extenso blog que todo lo dicho anteriormente, incluida su identidad, era falso.
El engaño era en realidad un engaño dentro de otro. Frelon había creado una narrativa alternativa para aprovechar la creciente atención mediática, mientras buscaba demostrar lo fácil que es sembrar confusión y difuminar la línea entre lo real y lo generado por algoritmos. “Estoy explotando la incertidumbre”, declaró a CBC News. “Y creo que eso es arte”.
Frelon, un experto en políticas de plataformas digitales y seguridad en la web, con amplia experiencia en el uso de IA, dijo haber lanzado previamente otro proyecto musical con inteligencia artificial y que su motivación en este caso era ver hasta qué punto podía manipular la percepción pública. Admitió que muchas de sus acciones fueron cuestionables, e incluso se disculpó con quienes se sintieron afectados: “No fue con intención maliciosa, aunque reconozco que algunas técnicas no fueron muy éticas”.
Lo más insólito del caso es que, tras la atención generada por el escándalo, The Velvet Sundown vio incrementada su audiencia en Spotify, alcanzando un millón de oyentes mensuales. Finalmente, la propia banda admitió que su proyecto era “sintético”, creado con ayuda de inteligencia artificial pero guiado por dirección creativa humana. A pesar de ello, su identidad real sigue siendo desconocida.
Este caso ha puesto sobre la mesa temas de gran actualidad: la capacidad de la IA para generar música convincente, la rapidez con la que se difunde información falsa y el desafío que representa para periodistas y plataformas digitales verificar la autenticidad de los contenidos. A medida que más bandas virtuales como The Devil Inside o Aventhis emergen, el debate sobre la legitimidad artística de estos proyectos se intensifica.
Críticos musicales, como Darryl Sterdan, opinan que, aunque la música de Velvet Sundown es “genérica”, la era de éxitos globales generados por IA no está lejos. Esto obligaría a instituciones como los Grammy o los Junos a reconsiderar sus categorías para incluir creaciones artificiales.
En última instancia, el caso Velvet Sundown representa tanto una advertencia como un experimento fascinante sobre los límites de la creatividad, la ética digital y el papel de la inteligencia artificial en el futuro del arte. ¿Estamos preparados para una industria musical donde la frontera entre lo humano y lo sintético se vuelve indistinguible? El misterio continúa.